viernes, 26 de marzo de 2010

Un oficio que da risa

“Ser Director de risas es lo mío, Dios me tocó con la varita”, dice Héctor del Caño, un taxista de 52 años que espera el fin de semana para dedicarse a lo que él considera su verdadera profesión: Jefe de risas de Zapping, el programa televisivo que conducen el periodista Guillermo López y la modelo Julieta Prandi todos los sábados a la noche, en Telefé. Ahí trabajan 20 reidores de entre 18 y 75 años, que se sientan en la tribuna y siguen atentamente las instrucciones de su director, que les indica no sólo el momento del aplauso y la risa, sino el tono, el estilo y la duración.
Del Caño comenzó hace quince años a trabajar en Sutep, el sindicato de extras, donde tenía pequeñas intervenciones en algunas ficciones, o era reidor en determinada tribuna. Más tarde lo ascendieron a planillero (el encargado de llevar extras a los programas) de Gerardo Sofovich y Mauro Viale. “Si había habido en el día algún kilombo con los colectiveros, entonces yo le llevaba a Viale diez extras que actuaban de choferes, se sentaban ahí en el piso y se peleaban entre todos”, explica. Hace cuatro años subió un escalón más, y pasó a ser el Jefe de risas, una especie de director de orquesta que se para frente a sus compañeros reidores y les marca el momento de comienzo y fin de las carcajadas, según el guión del día lo indique. La tarea de estos trabajadores, dependiendo del perfil del programa, es festejar los remates del conductor, aplaudir la entrada de un invitado, o arengar al resto del público que va al programa en forma espontánea, cuando esto ocurre. “Los reidores generan un clima que está bueno, porque además nosotros estamos auditivamente acostumbrados a esperar las risas o los aplausos después de los remates - dice Guillermo López, aunque reconoce que le gustaría que las ovaciones fuesen más sinceras - A veces la tribuna está muy pendiente de lo que les marca su director y no prestan tanta atención a lo que de verdad está pasando en el programa, que a mi me resulta relativamente simpático”.
Los reidores rotan entre las diferentes tribunas de los estudios y cobran un mínimo de $90 la jornada si solamente se les exigen aplausos; cuando su participación incluye carcajadas o comentarios, el sueldo se incrementa en $8. El director de risas, en cambio, suele trabajar siempre en un mismo programa, y cobra el doble que el resto. Héctor lleva tres años consecutivos dirigiendo las risas de la transmisión que produce Cuatro Cabezas, y no ha faltado una sola noche a su responsabilidad sabática. “El 1 de noviembre se murió mi mamá, la tenía todavía en la cochería y fui a laburar igual, porque yo me pongo la camiseta. El pelado (López) le dedicó ese programa a mi vieja”, recuerda.
Ana Megna, Coordinadora de producción de Zapping, asegura que el ambiente de carcajadas constantes genera un muy buen clima en el estudio, ya que contagia de buen humor a los conductores e incluso a los espectadores. “El jefe de risas tiene que estar en constante comunicación con el equipo para adaptarse a cualquier cambio que se produzca. Quizás por guión van risas, y de repente pasó algo y se mandó un tape (video) de la muerte de alguien. Ahí yo le hago unas señas a Héctor y él ya entiende que se cambia risas por aplausos”, explica.
Aunque a simple vista parezca un oficio fácil, la mayoría de los reidores practican y se esfuerzan cada día por mejorar e innovar en sus carcajadas, ya que hasta la risa, cuando se vuelve monótona, puede resultar aburrida. Los trabajadores de la risa no olvidan nunca que su objetivo es contagiar de alegría y entusiasmo al resto, de modo que el frenesí de la carcajada traspase la pantalla y el espectador, al menos, sonría en el sillón de su casa.

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